pruebas de lo equivocados que estamos siempre





















Pruebas de lo equivocados que estamos siempre
Miguel Guerrero
ediciones del hombre cohete. 2014
186 págs.
12 euros






Si ustedes atraviesan este libro escalonado de relatos que se presentan como mesetas cada vez más amplias, y más complejas, se encontrarán por el camino que está poblado de viejos conocidos, que cada uno a su manera participa en la construcción de estos cuentos extraños.
Maestros literarios como D.F.W., Ballard, Kafka, Burroughs, Gaddis, Ted Chiang son usados como punto de apoyo, como cimiento en algunos casos, en los que se sustenta el artificio del relato.
Si ustedes se adentran, por fin, en este libro, ¡ahora sabrán lo que es leer!



“Si pudiera cogería al lector por el cuello y con mis propias manos lo ahogaría. Mientras se asfixia, entre estertor y estertor, le leería párrafos sueltos, una y otra vez, de este libro admirable.”
hombre cohete
nuestro funeral

“Amar a los dos: Dostoievski & Mr. Hyde. Esa es la poética que preside este libro extraño.”
el ocio del suicida

Miguel Guerrero vuelve con Pruebas de lo equivocados que estamos siempre a ofrecernos esta vez un libro de relatos cuya extensión va de menos a más y ganando en intensidad a medida que se alargan o ensanchan.
Otras obras son el libro de relatos Arquitectura del dolor, la novela corta La temperatura, el relato largo Pequeños detalles sin importancia, la novela inédita Nada 11300.
Más información sobre el autor y sus inquietudes creativas en 
Así Miguel Guerrero,
miguelguerreroruiz.blogspot.com





booktrailer
PRUEBAS DE LO EQUIVOCADOS QUE ESTAMOS SIEMPRE
con:
pablo dylan como dylan
carbono martínez en el papel del perro negro
el sr. tchitcherine es el descuartizador
y tras la cámara, nuria gómez

una produción de
ediciones del hombre cohete



(Adelantamos un relato de 
Pruebas de lo equivocados que estamos siempre.
Dibujo de Ana Guerrero)


19. Mickey Mouse y el fin de la historia

Después de unas breves e inoportunas declaraciones del presidente de todas las regiones el sistema solar entró en un caos calmo: cada uno de los astros cambió de lugar, sus movimientos de rotación y traslación se desprendieron de su rutina y comenzaron una deriva por el firmamento, un pendular caótico inextricable.
La Luna se fue acercando a la Tierra y en un contacto suave y nada traumático quedó adosada a un lateral del Polo Norte. Apenas se sintió el acoplamiento, la Luna fue tan delicada al tomar contacto que los hielos polares cedieron de tal manera que no provocó cataclismo alguno sino algo similar a lo que se produce en un beso de amantes recatados.
Planetas, satélites y demás astros siguieron su deambular con parsimonia. Los movimientos podían ser rápidos pero nunca violentos, el roce o la colisión entre ellos estaban descartados. Europa, satélite de Júpiter, después de haberlo intentado varias veces, en su tercer acercamiento a la Tierra vino a posarse, igual que hiciera la Luna, sobre nuestro planeta, de manera que se formó la silueta, tan conocida, de la cabeza de Mickey Mouse.
El resto del sistema solar fue conformándose con distintas figuras del universo Disney, así Marte, por ejemplo, único astro que no modificó su antiguo movimiento en relación al Sol, al que seguía fiel en todo momento, se deformó hasta llegar a ser un Pluto gigante parecido a esos globos de feria inflados con helio, en el que recaía la sospecha de que la mano invisible del niño que lo sujetaba pronto soltaría la cuerda y Marte desaparecería, se perdería en otra galaxia. El anillo de Saturno dejó la órbita de su planeta y vagó por el espacio. Jugó a ser una cinta de Moebius, simuló ser una montaña rusa por la que se deslizaba Plutón perseguido por las estrellas de la Osa Mayor en fila india, para, finalmente, estirarse y convertirse en una autopista móvil que comunicaba distintos planetas.
Mirábamos con atención las nuevas formaciones. Se habían abierto cadenas de TV dedicadas exclusivamente a la retransmisión en tiempo real de esta sorprendente configuración del espacio. En cuestión de pocas semanas quedó establecido el nuevo orden estelar. Los amantes del orden establecido vieron en esto la fin del mundo, la sensibilidad del ordenado es firme, rígida, disciplinaria, neurótica y sufre mucho con cualquier cambio. Pusieron, como se dice, el grito en el cielo. Pero más allá de eso el universo siguió impasible ante sus demandas.
Nuestro presidente, lejos de pedir disculpas o matizar las palabras que provocaron el fenómeno, se reafirmó en lo dicho, hizo los malabarismos semánticos acostumbrados y nos convenció de lo favorable que era esta situación. Nos habló del fin de la historia, vituperada tantos años atrás, del célebre sociólogo F.F., de que ahora sí, que aquí culminaba el proceso iniciado con el Big Bang, este será el estado universal definitivo, esto no reportará más que parabienes, exclamó con el puño en alto, imitando el gesto tan habitual en antiguos y ya olvidados líderes europeos.
El primero y más evidente era que el neoliberalismo de Dios nos había provisto del más grande parque temático jamás imaginado por hombre alguno, a coste cero, y bien administrado representaría la mayor fuente de puestos de trabajo hasta ahora conocido, se acabaría con la pobreza, por fin podrían llevarse a la práctica los anhelados Derechos Humanos, etc.
Sí, los más cautos nos preguntábamos, al igual que se habrá preguntado usted, dónde estaba el truco, cómo era posible que esos movimientos no provocaran alteraciones en la naturaleza cósmica. Nos preguntábamos si no estábamos viendo una imagen especular de algo que está por venir, que la verdadera nos está siendo escamoteada, si las imágenes que veíamos por TV no eran un montaje, un reality show o algo parecido, alguna cuestión más allá de lo cuántico que por fin se había revelado a los ojos de los hombres, una locura colectiva.
O es la solución real y definitiva a todos nuestros males, nos preguntábamos, tan evidente, tan deslumbrante que se nos hace imposible ver, entender, aceptar.

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